Autores: Dr. Enzo Cascardo y Dr. Pablo Resnik

 

Consideramos que el conocimiento, por parte del paciente, de los mecanismos de producción de síntomas ansiosos y las razones del organismo para generarlos, revisten una importancia fundamental como punto de partida hacia la recuperación de la salud. Intentaremos exponer estos hechos psico-biológicos de manera clara, animados por la experiencia vivida con tantas personas que encontraron gran alivio al poder comprender el por qué de lo que les ocurría.

¿Qué es la ansiedad?

Es muy difícil dar una definición de ansiedad que cubra sus diferentes aspectos, pero todos conocemos muy bien la sensación a la que llamamos de ese modo. No existe una persona que no la haya experimentado, por ejemplo, al entrar al una sala para una entrevista laboral, o para dar un examen, o ante una señal de peligro en una calle solitaria por la noche. Sin embargo, lo que es menos conocido es que sensaciones tales como mareos, visión borrosa, entumecimiento y hormigueo, sensación de falta de aire que puede derivar en sensación de ahogo o asfixia, pueden ser también parte de la ansiedad. Cuando ocurren estas sensaciones y quien las padece no entiende el porqué, la ansiedad puede elevarse a niveles de pánico ya que las personas imaginan, erróneamente, que padecen alguna enfermedad, o están corriendo un peligro inminente.

¿Para qué sirve?

La ansiedad es una respuesta al peligro o a una amenaza. Científicamente, la ansiedad inmediata o de corto plazo es denominada respuesta de lucha/huida. Esto se llama así porque todos sus efectos están dirigidos a luchar, o a evitar el peligro. Por lo tanto, el primer propósito de la ansiedad es proteger al organismo. Cuando nuestros ancestros vivían en cuevas, resultaba vital que al enfrentarse con algún peligro, una respuesta automática tuviera lugar, permitiéndoles entrar en acción rápidamente (atacar o correr).

Aún en el mundo convulsionado de hoy, este mecanismo es necesario. Sólo imagínese cruzando la calle, cuando de repente un auto acelera en su dirección tocando bocina. Si Ud. no experimenta en absoluto ansiedad, podría resultar muerto. De cualquier modo, lo más probable es que se produzca la respuesta de ataque / huida y Ud. se salga fuera del camino para salvarse. La respuesta de lucha/huída genera cambios inmediatos en el organismo, que le permiten una mejor y más rápida respuesta física ante el peligro. El significado de esta historia es simple: el propósito de la ansiedad es proteger al organismo, no dañarlo. Sería completamente ridículo que la naturaleza desarrollara un mecanismo para proteger al organismo y que, al hacerlo, lo dañara.

La mejor manera para considerar o pensar los sistemas de la respuesta de ataque / huida (ansiedad) es recordar que están dirigidos a preparar al organismo para la acción inmediata, con el objeto de protegerlo. Cuando alguna señal de peligro es percibida o anticipada, el cerebro envía mensajes a una parte de su sistema nervioso, llamado Sistema Nervioso Autónomo (SNA). que se encarga del control de los niveles de energía del cuerpo y de la preparación para la acción . Para ello, el SNA libera dos sustancias químicas, llamadas adrenalina y noradrenalina, por un breve lapso, ya que la ansiedad no puede continuar eternamente, o hacer un espiral de permanente aumento hasta niveles que causen daño.

Es importante destacar que al organismo le toma un tiempo que los mensajeros químicos adrenalina y noradrenalina sean destruidos. Por lo tanto, aún cuando el peligro haya pasado y el SNA haya detenido su respuesta, es probable que Ud. se sienta ansioso o aprehensivo por un tiempo, debido a que las sustancias químicas permanecen aún circulando por su organismo. Ud. debe recordarse a si mismo que esto es perfectamente natural e inofensivo.

La actividad del SNA produce un aumento de la frecuencia cardíaca y de la fuerza de los latidos, que es vital en la preparación para la actividad ya que acelera el flujo sanguíneo, aumentando por lo tanto la llegada de oxígeno y energía a los tejidos más importantes para la acción: las grandes masas musculares. Por esta razón en los momentos de gran ansiedad o pánico, se experimenta un corazón acelerado y con fuertes latidos. Debe recordarse que un corazón sano puede y debe poder cumplir con estos cambios de ritmo.

¿Realmente no es peligroso que mi corazón se acelere tanto?

Como vimos antes, muchas personas interpretan de modo erróneo los síntomas de la respuesta de lucha/huida y creen que van a morir de un ataque cardíaco. Esto se debe a que carecen de suficientes conocimientos acerca de las características de los ataques cardíacos, que son fácilmente distinguibles de las de una crisis de pánico. Por lo general, un exámen cardiológico de rutina permite confirmar la ausencia de enfermedad cardíaca, ya intuida por el psiquiatra o psicólogo al entrevistar al paciente. En un corazón sano, los cambios de ritmo e intensidad por adaptación al medio ambiente no revisten peligro.

No debe alarmarnos la percepción de los latidos, más frecuentes e intensos. El corazón sólo está realizando su trabajo.

De este modo la sangre circula más rápido y es desviada de los lugares donde en esa emergencia no es tan necesaria, como la piel, órganos abdominales, e incluso cerebro (gracias a un estrechamiento de los vasos sanguíneos), hacia los lugares donde con más urgencia se la requiere, preferentemente, como ya vimos, los grandes músculos (gracias a un ensanchamiento de los vasos sanguíneos). Como vemos, no es casual que una persona con miedo corra mucho más rápido que si no lo tiene. Como resultado de la redistribución circulatoria durante la ansiedad, la piel se ve pálida y se siente fría, y, la reducción momentánea de flujo sanguíneo a nivel cerebral, puede reflejarse en mareos, visión borrosa y sensación de inestabilidad.

Estos cambios se producen para optimizar nuestra reacción frente a un peligro, constituyen un mecanismo de defensa y por lo tanto, no pueden ser dañinos para el organismo, aunque las desagradables sensaciones que provocan nos hagan creer lo contrario.

Por ejemplo, la respuesta de lucha/huida se asocia a un aumento en la velocidad y profundidad de la respiración, lo que resulta positivo y de gran importancia, ya que los tejidos necesitan más oxígeno para consumir durante la acción. Sin embargo, estos cambios provocan la incómoda y a veces atemorizante, (aunque en realidad no reviste peligro) sensación de falta de aire, o de ahogo y aún dolor o sensación de estrechez en el pecho. Se produce también un aumento de la transpiración, función adaptativa muy importante para volver la piel más resbaladiza y que resulte así más difícil de agarrar por un atacante, y para enfriar el cuerpo a fin de evitar el sobrecalentamiento.

¿Esa sensación de inestabilidad o de ahogo, no significan que puedo desmayarme o quedarme sin aire?

No. Si usted se desmayara, o se quedara sin aire, el mecanismo de defensa (la reacción de lucha/huída) sería peligroso en lugar de útil y necesario. Es por ello que no se producen desmayos ni ahogos durante una verdadera crisis de pánico.

La activación del SNA produce una cantidad de otros efectos, ninguno de los cuales es peligroso de ningún modo. Por ejemplo, las pupilas se dilatan para permitir que entre más luz, lo que puede resultar en visión borrosa, manchas o sombras frente a los ojos. Hay una disminución de la salivación, resultando la boca seca. Disminuye la actividad del sistema digestivo, que con frecuencia produce nauseas, pesadez en el estómago, y aún constipación. Finalmente, muchos de los grupos musculares se tensan en su preparación para la acción y esto resulta en sensaciones subjetivas de tensión, a veces con temblor y sacudidas.

La respuesta de lucha/huida resulta en una activación general de todo el metabolismo corporal. De esta manera, a veces se siente calor o rubores, y, debido al alto consumo de energía que este proceso implica, inmediatamente después, agotamiento.

El primer efecto de este mecanismo es alertar al organismo de la probable existencia de peligro. Por lo tanto, ocurre un inmediato desvío de la atención hacia la búsqueda de posibles amenazas circundantes. Resulta muy difícil concentrarse en las tareas cotidianas cuando uno está ansioso. Las personas con ansiedad con frecuencia refieren que se distraen con facilidad de sus tareas, que no se pueden concentrar, y que tienen problemas con su memoria.

¿Por qué me asustan tanto los síntomas de la crisis de pánico?

Hasta ahora, hemos visto los componentes y rasgos principales de la ansiedad en general, o de la respuesta de lucha/huida, pero ¿cómo se aplica todo esto a los ataques de pánico?
La respuesta está en el temor que las personas con crisis de pánico le tienen a las sensaciones físicas de la respuesta de lucha/huida. Por lo tanto, el ataque de pánico puede ser visto como un conjunto de sensaciones físicas inesperadas, seguida de una respuesta de pánico o miedo a esos síntomas.
Como mencionamos antes, la respuesta de lucha/huida (de la que los síntomas físicos son parte) hace que el cerebro busque las fuentes del peligro. Si no encontramos un peligro real y externo que justifique nuestras sensaciones, no comprendemos la razón de su aparición y tememos que correspondan a un problema físico inminente, tal como “estoy muriendo, perdiendo el control, estoy teniendo un ataque al corazón, etc.”

Dado el temor que producen dichas interpretaciones de los síntomas físicos, y el desconocimiento de las causas que los provocan, se comprende que provoquen miedo o pánico. A su vez, el miedo y el pánico producen más síntomas físicos, y por esto se genera un ciclo que se alimenta a sí mismo: síntomas, miedo, síntomas, miedo y así sucesivamente.

¿Y por qué experimento los síntomas físicos de la respuesta de lucha/huida, si no estoy atemorizado como para que se active?

Hay muchos caminos por los que pueden producirse estos síntomas, no sólo a través del miedo. Por ejemplo, puede suceder que usted esté en general estresado en su vida diaria, y este estrés resulta en un aumento en la producción de adrenalina y otras sustancias químicas que pueden, a veces, producir síntomas. Este aumento de la adrenalina es de presumir que sea mantenido químicamente en el organismo, aún cuando el factor estresante hace rato se hubiera retirado. Otra posibilidad es que usted tienda a respirar un poco rápido (leve hiperventilación) por costumbre, y esto también puede producir síntomas, por los cambios que provoca en el ph sanguíneo (equilibrio ácido/base, que debe permanecer constante). Debido a que este aumento del ritmo respiratorio es leve, usted se acostumbra con facilidad y no nota que está hiperventilando. Una tercera posibilidad es que estén ocurriendo cambios normales en su cuerpo (que todo el mundo experimenta sin notarlo), pero como usted está permanentemente vigilando o chequeando su funcionamiento físico, nota estas sensaciones mucho más que el común de las personas.

Si estos son los síntomas físicos que usted sufrió en su primer ataque de pánico, se vuelven señales cargadas de sentido de amenaza o peligro (esto es, se han vuelto reflejos condicionados). Como resultado, es muy probable que se instale una extrema sensibilidad. y que, cuando se hacen presentes, usted reaccione con miedo sencillamente debido a que en el pasado las experiencias de pánico estuvieron asociados a ellos. En consecuencia, las sensaciones que ocurren durante actividades comunes pueden llevar a desarrollar un estado de pánico. Por ejemplo, la falta de aliento y sensación sudorosa producida por el ejercicio físico, la sensación de nerviosismo producida por tomar café, o el calor producido en negocios repletos de gente, pueden conducir a desarrollar una crisis de pánico.

Aún cuando usted no sepa con seguridad por qué experimentó los primeros síntomas, tenga certeza de que son parte de la respuesta de lucha/huida, y por lo tanto son inofensivos. Sin embargo, es comprensible que una vez que usted ha tenido varios ataques de pánico y ha malinterpretado los síntomas como peligrosos, esa interpretación errónea se vuelve automática y resulta muy difícil convencerse de que los síntomas son inofensivos.

¿Es posible perder el control en medio de la crisis?

Como se mencionó antes, la respuesta de lucha/huida prepara al cuerpo para la acción, ya sea para atacar o para correr. Por ello, no debe sorprender que los impulsos intensos asociados a esta respuesta sean los de agresión y de deseo de escapar. Cuando esto no es posible (por represiones sociales) estos impulsos son expresados con conductas tales como desesperación, golpeteo con los pies o aumento de la velocidad de la marcha. Sobre todo, se presentan sentimientos de estar atrapado y necesitar escapar.

Mucha gente teme “perder el control” en medio del pánico. Creen que pueden quedar totalmente paralizados, o, por el contrario, que la desesperación los llevará a correr por los alrededores sin poder medir sus acciones. Es habitual que sientan una opresiva sensación de amenaza contra su seguridad, aunque no encuentren una explicación lógica para ello.

Durante la ansiedad el cuerpo entero se prepara para la acción y hay un abrumador deseo de escapar. De cualquier modo, la respuesta de lucha/huida no está dirigida a lastimar a otras personas (que no sean amenazadoras) y no produce parálisis. Más bien, apunta a que el organismo pueda alejarse de la amenaza. No se ha registrado ningún caso en que alguien se comporte salvajemente durante un ataque de pánico.

En resumen, la ansiedad es científicamente conocida como respuesta de lucha/huida ya que su propósito primario es activar al organismo y protegerlo del daño. A esta respuesta se asocian cambios físicos, mentales y conductuales. Resulta importante destacar que una vez que el peligro ha pasado, alguno de estos cambios, (especialmente los físicos) pueden continuar.

Cuando los síntomas físicos ocurren en ausencia de una explicación obvia, las personas suelen interpretarlos erróneamente, creyendo que indican un serio problema físico o mental. En este caso, las sensaciones mismas se vuelven amenazantes y pueden desencadenar nuevas respuestas de lucha/huida, equivalentes ahora a crisis de pánico.

Librado a su evolución espontánea, de no mediar intervención terapéutica, el cuadro descripto se cronifica, y el temor a las crisis de pánico pasa a formar parte de la vida cotidiana.