Los medios de información nos muestran a diario el incesante aumento de acontecimientos traumáticos de diversa índole en nuestra sociedad. Asaltos, robos, secuestros, violaciones, guerras y otros traumas son cada vez más frecuentes.

Del total de los individuos expuestos a dichos sucesos, un porcentaje de ellos desarrolla un Trastorno de Ansiedad llamado Trastorno por Estrés Postraumático.

El mismo se caracteriza porque las víctimas, además de sufrir un estado de desesperanza y temor que puede llegar hasta el horror intenso, re-experimentan el evento traumático, ya sea en sueños (pesadillas), o en imágenes que se le imponen a la conciencia de modo que tienen la sensación de estar reviviendo la experiencia en ese momento; evitan los estímulos que les recuerden o representen lo sucedido (tienen imposibilidad para recordar parte del trauma); manifiestan síntomas de hiperactivación del sistema nervioso tales como dificultad para dormir, inquietud, irritabilidad y respuestas de sobresalto exageradas; presentan perturbaciones emocionales como apatía, fatigabilidad, ansiedad, preocupación, desesperanza, pérdida de la capacidad de la atención y memoria, aturdimiento.

Con el tiempo, estos síntomas acaban perturbando el desempeño y la calidad de vida, pudiendo originar problemas familiares, de pareja, sociales, laborales, académicos o físicos. Quienes padecen este trastorno, se vuelven más introvertidos, tienden a evitar a otras personas o situaciones sociales, y, a veces, pueden tener sentimientos de ira y hostilidad. Los síntomas se manifiestan de inmediato o varios meses después del acontecimiento traumático.

Cabe destacar que con un adecuado tratamiento Farmacológico y Psicoterapia Cognitivo-Conductual, el Trastorno por Estrés Postraumático es recuperable en la mayoría de los casos. Por el contrario, de no ser tratado, suele tornarse crónico y afectar severamente la personalidad de quien lo padece y su entorno socio-familiar.