Lunes 7:30 AM

Toto sale parsimonioso de su casa con la mochila colgada en el hombro y un pedacito de tostada en una mano, mientras que con la otra se arregla el pelo. Camina hacia el colegio cabizbajo, sumido en sus pensamientos. Repasa una y otra vez qué pasara en su día, en su semana, llegando hasta los mínimos detalles del sábado y el domingo. Sus hombros, mandíbula y puños se van tensionando con cada paso. Tan ensimismado va que casi se choca con un grupito de gente que se juntó en la esquina. Refunfuña un poco, los esquiva sin preguntarse qué hacen ahí y sigue su ruta al colegio.

Lunes 7:30 AM

Unas cuadras más al oeste, Pepe, un poco apurado, sale de su edificio. En la segunda cuadra ya se relaja, gracias a haber terminado un repaso mental de lo que tenía que hacer en el día. Revive lo bien que la pasó en la fiesta de Lola y también la bronca que pasó el sábado cuando con su equipo perdieron en los últimos minutos del partido. Camina firme y tranquilo, pero le llama la atención que más adelante hay un pequeño grupo de gente amontonada… ¿Qué habrá pasado? Mientras se acerca trata de captar algún detalle que le de mayor información. Ya unos metros antes de llegar empieza a correr, haciéndose lugar entre la gente. La chica que estaba tirada en el piso era su compañera. Por suerte ya estaba mejor, le había bajado la presión y por eso tardaba en levantarse. Pepe le lleva su mochila y a paso más lento llegan juntos al colegio.
¿Qué podemos inferir de las diferentes conductas de estos dos adolescentes?
Mientras que Pepe repasa su futuro, recuerda algo de su pasado y conecta con su presente, Toto piensa casi exclusivamente en lo que va a pasarle en el futuro y se pierde parte de su presente, lo cual se evidencia en el no registro de lo que le pasó a su compañera.

Ser previsor es de gran ayuda para la supervivencia, porque permite evitar los peligros. El control del futuro, como planificación de ciertos proyectos, por ejemplo, hacer una compra importante, formar una familia, aprender, entre otros tantos, constituye una manera sana de enfrentar esa incertidumbre inherente a la vida. Si estos controles son puntuales y ocasionales, no son necesariamente negativos. Todos necesitamos cierta ilusión de control para manejarnos en la vida. Nuestro cerebro es una máquina de anticipar, y a lo largo de la evolución los seres humanos hemos incrementado gradualmente la capacidad de predecir. Principalmente gracias a la suma de experiencias, tanto propias como ajenas, y las de nuestros ancestros. Tratamos de darle sentido a nuestras vidas basándonos en relaciones causa- efecto. Pero caemos en cantidad de intentos fallidos de controlar un futuro que no podemos predecir. Nos enfrentamos a un mundo en constante cambio y movimiento. Si no conocemos el futuro, mucho menos podemos controlarlo.

Contamos con un gran conocimiento, pero tenemos la tendencia a creer que sabemos un poco más de lo que realmente sabemos. Esta habilidad de anticiparnos también puede generarnos problemas, y en ciertos casos muy serios.

Las personas como Toto, por ejemplo, necesitan continuamente controlar, mantener todo previsto y ordenado. Todo el tiempo quieren saber qué hace su familia y su entorno. Hasta pueden llegar a manipular a otros para logar sus objetivos, porque creen saber cómo deben manejarse los demás. ¿Qué les pasa entonces? El futuro los tortura, el pasado los encadena y el presente se les escapa.

Este estilo patológico de control no nos resulta útil para enfrentar la incertidumbre de la vida. Nos vuelve obsesivos, miedosos, ansiosos y a la vez nos incrementa la necesidad de control. Perdemos espontaneidad, fluidez, creatividad. Nos reímos poco y no disfrutamos de la vida.

Estilos como el de Toto a lo largo del tiempo se suman la personalidad, al entorno y a las vivencias por las que cada uno transita.

Por lo general este tipo de comportamientos y emociones se produce como respuesta a creencias distorsionadas. Con una buena Terapia Cognitivo Conductual se pueden aprender modos más adaptativos y flexibles para manejar esta extrema necesidad de control y así poder vivir al compás de la vida, permitirnos la sorpresa y no pretender controlar lo incontrolable.

Lic. Verónica Tamburelli
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