¿Te resulta difícil poner fin a algunos estados de preocupación o, si necesitás enfocar tu mente en otro tema, te es imposible quitar satisfactoriamente la preocupación de tus pensamientos?
¿Te pasa que mientras estás intentando enfocar tu atención en leer, ver tv o trabajar, las preocupaciones irrumpen de golpe en tu mente dificultando dichas actividades?
¿Te preocupás por cosas que no revisten tanta importancia para los demás?
¿Encontrás motivos para preocuparte y ponerte ansioso incluso cuando las cosas van bien?
Si respondiste afirmativamente a la mayoría de las respuestas, es probable que padezcas de un Trastorno de Ansiedad Generalizada o TAG.

El TAG se caracteriza por la presencia de ciertos pensamientos que describiremos a continuación (llamados síntomas cognitivos): preocupación excesiva sobre una amplia gama de acontecimientos durante más seis meses de duración, sobreestimación de la probabilidad de que ocurran eventos negativos y pensamiento catastrófico. Los síntomas físicos incluyen inquietud o impaciencia, fatigabilidad fácil, tensión muscular, dificultades de concentración, irritabilidad y las alteraciones del sueño. Es fundamental tener en cuenta los síntomas cognitivos asociados con la preocupación persistente e incontrolable. De hecho, las distorsiones cognitivas, principalmente la sobreestimación de la probabilidad de que ocurra un evento negativo, son un síntoma clave cuya consideración es imprescindible para el profesional que realiza el diagnóstico de TAG.

Llamamos preocupación excesiva a un estado de preocupación intenso, persistente y difícil de controlar, que perturba el normal desarrollo de quienes lo sufren y de aquellos que los rodean. Los contenidos de tal preocupación son aquellos comunes de la vida cotidiana: la salud y el trabajo propio o de miembros de la familia, el futuro, la economía, el rendimiento laboral, lograr cumplir a tiempo con diversas obligaciones, llegar en horario a las reuniones, etc. Esta preocupación lleva a quienes la padecen a vivir en un permanente estado de tensión y de alerta (que se refleja en cansancio fácil, irritabilidad, impaciencia, inquietud, contracturas musculares, sueño poco reparador y dificultad para concentrarse), siempre anticipando la posibilidad de que ocurran hechos negativos en el futuro próximo:

Si tengo que irme de vacaciones en auto, seguramente habrá mucho tráfico, y es probable que avance muy lentamente y hasta que se produzca un colapso en la autopista y así ser blanco vulnerable para los ladrones que puedan rondar por allí.
Mi hija va a bailar, y si no me responde el mensaje que le mandé es probable que la hayan secuestrado o que haya tenido un accidente
Si suena mi teléfono a las once de la noche, es porque alguien va a darme una mala noticia.
Me duele el estómago, quizá sea una enfermedad maligna y no la hayan detectado a tiempo.

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Aunque la preocupación excesiva es el elemento característico y principal en el TAG, a veces queda opacada por la gran cantidad de síntomas físicos que tiene el paciente. El curso de la enfermedad es generalmente crónico y se acompaña por la afectación del funcionamiento laboral, académico y social de los pacientes. El TAG también genera una discapacidad similar a la observada en presencia de otras enfermedades médicas. Con frecuencia, las personas con TAG presentan síntomas durante más de diez años antes de recibir el diagnóstico correcto. Los síntomas que motivan la consulta son generalmente la presencia de dolor muscular, fatiga, depresión y alteraciones del sueño.
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La persona con un trastorno de ansiedad generalizada cree que vive en un mundo amenazante, difícil de controlar y se considera a sí misma como alguien sin recursos para afrontar los problemas que se le plantearán. Suelen ser exageradamente responsables e hipercríticos. Es común que se ocupen de más cosas de las que les corresponden, al considerar que los demás no lo hacen como deberían, sobrecargándose por no querer delegar tareas a otras personas.

Si padecés de TAG, debes saber que la mejoría en la calidad de vida es posible, siempre y cuando se aborde y resuelva el síntoma central de este trastorno, la preocupación excesiva. Existen diversas técnicas cognitivo-conductuales de probada utilidad para revisar y corregir el modo catastrófico en que la realidad es percibida y procesada. También disponemos hoy en día de nuevos psicofármacos específicos, orientados a atenuar los síntomas físicos, a favorecer un mejor descanso, a disminuir la elevada ansiedad cotidiana y a restablecer el estado anímico, con frecuencia deteriorado. El tratamiento debe ser indicado y controlado por un médico especialista, el cual evaluará cual es el fármaco indicado para cada caso, en qué dosis y durante cuánto tiempo deberá ser administrado.

Un diagnóstico adecuado es el primer paso para intentar abordar un problema psicológico que muchas veces se confunde con una forma de ser.

Dra. Carolina Quantin

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