Hay una interrelación muy estrecha entre ambos conceptos, y las personas que padecen un trastorno de ansiedad lo saben bien.
Muchas veces, los términos de autoestima y autoconcepto se usan como sinónimos, pero no lo son. La autoestima es, de hecho, sólo una parte del autoconcepto.
El autoconcepto es una de las variables más importantes de la personalidad y tiene dos vertientes:

• La autoimagen (cómo percibo que soy)
• La autoestima (cómo valoro mi autoimagen)

Por lo tanto, la autoestima estaría más vinculada a la versión idealizada de mí, al autoconcepto ideal, a lo que me gustaría ser y a lo que los demás les gustaría que yo fuese.
Un trabalenguas, ¿no?

El problema con la autoestima es que siempre va a existir una discrepancia entre lo que quiero ser, lo que realmente soy y lo que los demás quieren que sea.

Pensamos que la autoestima es una variable que modula nuestra conducta. Una autoestima positiva nos hace esforzarnos para adaptarnos a cualquier circunstancia o contexto.

¿Cómo se relaciona todo esto con la ansiedad?

La ansiedad es una emoción que también está implicada en los procesos de adaptación, y modula nuestra conducta. Es la respuesta de nuestro sistema nervioso frente a una amenaza.
Si la ansiedad patológica me impide tener una vida normal, porque no puedo salir a la calle solo, o ir al cine, o viajar a lugares desconocidos, cambia la manera en la que me percibo y cómo me valoro. Por ende, la ansiedad y la autoestima se correlacionan entre sí, siendo la ansiedad una variable predictora de una autoestima negativa.

Esto explica uno de los motivos de por qué, cuando los pacientes tratan y mejoran su trastorno de ansiedad, sienten que también han mejorado su autoestima.

Los pacientes usualmente nos dicen que quieren “tener la autoestima más alta y lograr ser personas seguras”. Siempre les digo que podemos trabajar con lo primero y, que lo segundo… lo vamos viendo. Porque la seguridad total es una ilusión. Podemos aprender a resolver problemas más eficazmente, podemos aprender a tomar decisiones y a no procastinar, entre otras herramientas que se puede adquirir durante la terapia, pero siempre queda una ventanita abierta al riesgo. Porque la vida misma es así, sin garantías. Cuando la ansiedad disminuye y la autoestima es más positiva, podemos asumir esa cuota de riesgo, y actuar, sin que nos paralice el miedo.

Lic. María Cecilia Veiga
www.centroima.com.ar