¿Te desilusionás con frecuencia?
¿Esperás más de lo que recibís?

• Voy a seguir unos meses, lo que aguante en el negocio de mi viejo. Lo hizo para mí. No lo quiero defraudar.
• Mis amigos esperan que los invite, y aunque estoy cansado, no puedo decirles que no.
• Estoy seguro que voy a ganar ese premio, me esforcé.
• Espero que mi novio me invite al teatro el sábado a la noche, sabe que me gustaría ir.

Estas frases tienen en común deseos, suposiciones y anticipación de los hechos. Las primeras ponen el foco en satisfacer a los demás. Las últimas, en cambio, buscan que los demás satisfagan nuestros deseos.
¡Son las famosas expectativas!
Se las define como suposiciones a futuro, probabilidad que suceda algo o no. Como un sentimiento de esperanza e ilusión que podemos experimentar frente a la posibilidad del logro de algún objetivo.
En este caso las expectativas resultan adaptativas, porque nos facilitan ciertas ideas o aproximaciones sobre cómo podría resultar el futuro y prepararnos para ello.
La otra cara de las expectativas se evidencia cuando nos frustramos, porque éstas no se cumplen de la manera en que esperábamos. En otros casos las expectativas resultan ser poco realistas, con la consecuente aparición de emociones negativas como angustia, ansiedad, ira y, por supuesto, frustración.
Como las expectativas se adquieren, se aprenden, las podemos desaprender y adquirir, construir otras nuevas, más realistas y adaptativas.
Para lograrlo, hay que identificarlas y trabajarlas:
• Diferenciar los deseos y las expectativas de los hechos concretos.
• Responsabilizarse por tomar una actitud activa y hacer lo necesario para que nuestros deseos se realicen.
• Identificar nuestras creencias distorsionadas y rearmarlas.

Debemos trabajar que no siempre es sano ni posible satisfacer las expectativas de los demás. A todos nos gusta caer bien, sentirnos aceptados, pero no a cualquier precio. El estrés autogenerado en estos casos puede resultar intenso y nocivo. Focalizarnos en nuestros deseos e intereses personales nos llevará a conectarnos más con nuestro presente. Así podremos construir expectativas más realistas y acordes con nuestra realidad, reduciendo la frustración.

Lic. M. Verónica Tamburelli
MN 24207